Para mucha gente cortar y picar cebolla es una de las tareas culinarias más odiadas, en cuanto le hincamos el cuchillo se liberan vapores que irritan nuestros ojos y en cuestión de segundos se no llenan de lágrimas que nos dificultan la visión y hasta pueden hacer que nos cortemos.
Cuando la hoja del cuchillo atraviesa las capas de la cebolla se desencadena el sistema defensivo de la hortaliza: varios elementos que hasta ese momento estaban separados entran en contacto, dando lugar a una sustancia llamada sulfóxido de tiopropanal, un gas capaz de provocar sensaciones de escozor y dolor en los ojos, como respuesta, se producen lágrimas para diluir los efectos y limpiar la superficie ocular.
A diferencia de otras plantas que tienen sabores picantes muy intensos o venenosos, la cebolla desarrolló este sistema defensivo, sin embargo su sabor y sus nutrientes son tan ricos que estamos dispuestos a verter algunas lágrimas para disfrutar de ellas.
Para no llorar cuando cortamos una cebolla la solución sería cortar la cebolla bajo un chorro de agua, sin embargo si la idea es picarla es posible que esta no sea la mejor opción. Hay quien opta por enfriar la cebolla durante al menos media hora para retardar los efectos lacrimógenos.
Otras alternativas efectivas puede ser el uso de gafas de natación, de buceo, de esquí y snowboard, o cualquier otra gafa que evite el contacto del gas lacrimógeno con nuestros ojos, quizás no sea un accesorio propio de una cocina, pero sin duda funciona.
Quizás te hayas preguntado, cómo es que la ciencia y la agricultura aún no han inventado cebollas que no hagan llorar, pues lo cierto es que desde hace años se viene investigando y en 2013 ya se publicaron estudios sobre una variedad de cebolla que están desarrollando en Nueva Zelanda y por ahora muestra resultados prometedores, así que quizás a la vuelta de unos años las veamos en los estantes de la frutería o en el mercado.
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