El cubo de Necker es todo un clásico en el mundillo de las ilusiones ópticas, algo tan sencillo de recrear que incluso nos bastaría lápiz y papel para poder recrear este cubo compuesto de doce líneas, donde una de ellas es capaz de volver loco a nuestro cerebro.
El cubo de Necker es una ilusión óptica publicada por primera vez en 1832, con lo cual dentro de un par de décadas se cumplicarán doscientos años, que se dice pronto. Su autor es el cristalógrafo suizo Louis Albert Necker.
En la imagen de arriba podemos ver el cubo de Necker a la izquierda, mientras a la derecha hay una recreación de un cubo imposible pero que nos ilustra la clave del efecto óptico, esa línea vertical que según la imaginemos por delante o por detrás de la transversal dará lugar a una u otra perspectiva.
Al igual que en otras ilusiones ópticas, aquí nuestro cerebro se ve obligado a interpretar una imagen tridimensional a partir de una imagen en dos dimensiones, con el problema añadido de que esta imagen puede tener dos interpretaciones.
Al observar el cubo de Necker podemos percibir una u otra perspectiva, y suele ocurrir que se intercambia la visión entre las dos interpretaciones válidas, es lo que se conoce como percepción multiestable.
Nuestro sistema de percepción visual hace su trabajo de forma automática, pero en este caso le podemos obligar a variar fijándonos en uno de los dos cuadrados, de modo que lo interprete como la parte frontal del cubo.
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