Cuando hablamos sobre el síndrome de los ojos secos ya dejamos claro lo importante que es la función de las lágrimas, y quedo claro que cuando su cantidad o calidad es insuficiente el funcionamiento normal del ojo se altera y podemos sufrir, entre otros síntomas, enrojecimiento, escozor, sensación de arena, lagrimeo o dolor.
Es interesante saber que existen dos tipos de lagrimas diferentes:
- Lágrimas lubricantes, son las que se producen de manera continua para mantener el ojo húmedo, además contienen antibióticos naturales que combatirán cualquier pequeña infección.
- Lágrimas de reflejo, son aquellas que se producen en cantidad cuando sufrimos una lesión o irritación (ambientes con humo, al cortar cebolla, etc.), o también al emocionarnos.
Cuando tenemos los ojos secos también se pueden producir estas lágrimas de reflejo, sin embargo, aun siendo más abundantes, su consistencia y composición no es la misma que las lágrimas lubricantes y por tanto las molestias e irritaciones persisten y es por ello que también los ojos llorosos o el lagrimeo son síntomas del síndrome de los ojos seco.
Si es tu caso y no recibes tratamiento médico es probable que las molestias vayan a más, lo cual se hará bastante insufrible e incluso te puede provocar una perdida de agudeza visual.
Las lágrimas y la gravedad
Es posible que jamás te lo hayas planteado, pero si algún día vas al espacio y tienes ocasión de observar el planeta Tierra desde lejos es posible que te emociones ante las maravillas del Universo, pero entonces notarás como tus ojos se empiezan a llenar de lagrimas, más y más, y aquello no se va porque no hay gravedad…
Resulta que la ausencia de gravedad no impide que produzcas esas lagrimas de reflejo, pero si que inundarán tus ojos, y a menos que tengas algo cerca para secarte te dificultarán la visión.
Esto no me lo he inventado yo, ni es fruto de mi experiencia viajando por el espacio, lo cuento en base al relato de Andrew Feustel, un astronauta de la Estación Espacial Internacional, que se vio en ciertos apuros cuando durante un paseo por fuera de la estación se le metió una gota de líquido antivaho del interior de su escafandra.
La composición de este líquido al parecer es similar al jabón de lavavajillas, con lo cual le produjo una irritación que obligó a sus glándulas a segregar lágrimas para paliar las molestias. El problema fue que los ojos se llenaron de lágrimas pero estas ni caían ni salían flotando, simplemente se quedaban ahí.
Dado que estaba en medio de un paseo fuera de la nave y que no podía quitar la escafandra para secarse, no le quedo más remedio que tratar de frotarse el ojo con un elemento de gomaespuma del interior – cosas que pasan –.
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